viernes, 25 de diciembre de 2009

MELILLA: FOTO DE OCTUBRE DE 1931


UNA FOTO DE LOS SUCESOS DE OCTUBRE DE 1931

Nuestro compañero de Estudios Melillenses, Carlos Esquembri, interesado en el devenir del Movimiento Obrero en Melilla y administrador del blog: “HISTORIAS DE LA MELILLA DE IZQUIERDAS”. Nos ha facilitado una fotografía que recoge los enfrentamientos que tuvieron lugar en la Avenida de la República, en Melilla con ocasión del entierro de la víctima de los disparos de la Guardia Civil.
Fotografía que por su interés, y como complemento de la anterior entrada, adjuntamos al igual que una pequeña nota, también escrita por Esquembri:

“En realidad la huelga encubría un enfrentamiento entre la UGT y la CNT por el control del movimiento obrero en Melilla.
A Antonio Díez le pegaron porque viajó en un autobús conducido por un afiliado de la UGT, ya que este sindicato se oponía a la huelga y Díez, como alcalde, intentaba dar una imagen de normalidad y apoyó a los trabajadores de su sindicato. Mientras que los piquetes que atacaron a Díez y al autobús donde se produjo los disparos eran de la CNT.

Recordemos que el Alcalde Antonio Díez también era dirigente de la UGT”.

Carlos Esquembri

sábado, 19 de diciembre de 2009

ANTECEDENTES: LA HUELGA DE 1931




Recordando los lamentables sucesos de octubre de 1931




Huelga de la O.A.M.S.A., (actualmente C.O.A.)


Un hombre muerto y varios heridos.


Hasta el viernes día 9 de octubre de 1931, cuantos conflictos surgieron en Melilla entre el capital y el trabajo, quedaron solucionados de modo pacífico, con mutuas transacciones, obteniendo los obreros beneficios y mejoras que solicitaban. La huelga minera nacida bajo malos auspicios, fué satisfactoriamente resuelta y muy agradecido el personal a las empresas, por la liberalidad con que procedieron.
Desgraciadamente la huelga planteada a la O.A.M.S.A. tuvo lamentables derivaciones. Un hombre joven, perdió la vida en el choque entre la fuerza pública y los que por medios violentos trataron de detener la circulación de las camionetas; dos más fueron heridos, solícitamente cuidados en el hospital de la Cruz Roja, y varios transeúntes y viajeros sufrieron lesiones producidas por piedras.
Se lamentaba la Prensa local de los tristes sucesos; dedicando un recuerdo piadoso al finado; apoyo y palabras de consuelo para las familias de las víctimas; haciendo votos por la rápida curación de los heridos, y con la mirada fija en la Patria, procurando que esta querida ciudad, que atravesaba gravísima crisis, no padeciera mayores males. Que se tenía que tener confianza en la solución jurídica de las huelgas pendientes y en la liquidación de esta nota triste. La serenidad no debería perderse. La población la tuvo durante todo el día anterior, pues hubo en los sitios céntricos la animación de costumbre. Todos, cada cual dentro de su esfera, se habían obligado a contribuir al restablecimiento de la normalidad y de la conciliación entre el capital y el trabajo. Así lo exigía la armónica convivencia social.
Y, sobre todo, no olvidemos la situación especial de Melilla frente al pueblo protegido del Protectorado de España en Marruecos, que miraba, y observaba y al que deberíamos dar ejemplo, evitando las consecuencias que pudieran acarrear, por esas singularidades que en nuestra ciudad concurrían, ulteriores perturbaciones del orden o actos de violencia.
Decir a los lectores que se hallaba interrumpida, desde hace varios días, la circulación de las camionetas de la “Ómnibus Automóviles de Melilla, S.A.” por motivo de huelga. Como diecinueve chóferes se ofrecían a reanudar su labor, la empresa lo puso en conocimiento de la Delegación Gubernativa, a fin de que garantizara la libertad de trabajo.



El Delegado Gubernativo señor Hermida, ofreció lo que de él demandaba la empresa, haciendo saber a ésta, que protegería el servicio la fuerza pública.
La división entre el personal obrero, afecto a esta sociedad, se exteriorizó; y los que persistían en la huelga, no vieron con agrado la determinación de aquellos compañeros.
En las primeras horas de la mañana del viernes día 9 de octubre de 1931, comenzaron a prestar servicio algunas camionetas, utilizando el personal antes mencionado. En una de ellas llegó hasta la Plaza de España el alcalde, don Antonio Díez. Momentos después de descender del vehículo, fue objeto de una agresión, de la que después damos cuenta.
Cerca de las once y media habían ocurrido desagradables sucesos en la calle del doctor Rizal (actual General Polavieja). La Delegación Gubernativa manifestó que grupos de obreros, pertenecientes a los Sindicatos, trataron de impedir la circulación de los autobuses que iban custodiados por parejas de la Guardia Civil, y que una de estas parejas se había visto obligada a disparar, ocasionando un muerto y dos heridos.



Los hechos ocurrieron cuando una de las camionetas perdió la dirección, internándose en la acera. Le seguía otra protegida por una pareja de la Guardia Civil, sobre la que arrojaron piedras. Algunos huelguistas trataron de volcar el coche.
La pareja de la Benemérita dijo, que se habían visto en la necesidad de hacer uso de las armas, ante las agresiones de obra de que fueron objeto. La excitación era grande; se proferían gritos diversos y se comentaban los sensibles sucesos.
Horas después de los sangrientos hechos, todavía reinaba enorme confusión en dicha calle, continuando algunos grupos lanzando piedras contra los autobuses, rompiendo cristales y lesionando a varios pasajeros y transeúntes.
Inmediatamente después de los disparos algunos obreros procedieron al traslado de los heridos a la Casa de Socorro, lo que se efectuó en varios taxis.
En el citado benéfico establecimiento, el médico de guardia señor Sancho Miñano, certificó la defunción del infortunado Diego Viudez Soler.
Dicho médico y el practicante Rivas Acuña, prestaron asistencia a los demás heridos, apreciándosele al obrero del puerto Antonio Fernández Cazorla, una herida de arma de fuego con orificio de entrada en la región pectoral derecha a nivel del cuarto espacio intercostal con orificio de salida por la región costal posterior.
El joven cobrador de la camioneta que efectuaba el servicio al “campo”, Luis Carmona Segura, una herida de arma de fuego con orificio de entrada en la cara anterior externa superior y de salida por la parte posterior, con fractura del húmero del brazo derecho por su tercio medio.
También fueron asistidos los dos guardias civiles que sufrieron heridas contusas producidas por piedras, y Carmen García Blanco, de una contusión con equimosis en el omoplato derecho.
El capitán de un barco inglés, que se hallaba varios días en el puerto, también resultó con herida contusa en la región temporal izquierda y párpado inferior del mismo lado, producida por piedras, de las que los huelguistas lanzaron contra la camioneta.
Por último, la joven María Valdivia Hernández, sufrió un ataque de histerismo.
El juez de Instrucción señor Manzanares, con el secretario accidental señor García Vallejo, tomó declaración a los heridos y lesionados, disponiendo la conducción del cadáver al Depósito del Cementerio.
El padre y el hermano del finado Diego, acudieron a la Casa de Socorro, desarrollándose tristísima escena, que impresionó a cuantos la presenciaron.

Traslado del cadáver
El cadáver del infortunado Diego Viudez, fue depositado en una camilla de la Cruz Roja, para ser conducido al Depósito del Cementerio.
En la Avenida de la República, cerca de la calle de Castelar, salió a su encuentro una mujer desolada. Era la madre del finado. Quiso ver a su hijo, lo abrazó y a duras penas los amigos pudieron separarla.
El aspecto que entonces, ofrecían esa vía y la citada calle, era imponente. Seguían a la camilla centenares de obreros, que abandonaron el trabajo y otros por ser la hora del descanso.
La fúnebre comitiva llegó al Cementerio. Durante todo el trayecto, se oyeron diversos gritos, pero no se alteró el orden permaneciendo abiertos los comercios.

La agresión al Alcalde
Como dijimos anteriormente el alcalde don Antonio Díez sufrió una agresión en la Plaza de España después de haber descendido de un autobús.
Parece, que dirigió la palabra a un grupo de obreros que censuraban al chofer, y entonces, varios de ellos, le agredieron, llegando a maltratarle de obra.
El señor Díez trató de defenderse más la intervención de diversas personas, pudo evitar tuviera el sensible incidente mayores proporciones. Acompañado del Secretario Sr. Echeguren, del conserje señor Pérez y de otras personas se trasladó al Ayuntamiento donde fue muy visitado.
Allí estuvo también su hermano Paulino Díez, que le dio cuenta de lo acaecido en la calle del Doctor Rizal.

Ante los gravísimos incidentes el delegado Gubernativo señor Hermida, ordenó a la policía procediera a la inmediata clausura del local de los Sindicatos, sito en la calle Álvaro de Bazán, número 13.
Dispuso la detención de los miembros del Comité ejecutivo de los Sindicatos Únicos de Transportes Marítimo y Terrestres, del Comité de huelga y de los sindicalistas Paulino Díez, Francisco Tárrago Ramírez, Manuel Jiménez Huesca, José Granero Martos, Juan Corral y Victoriano Riobost.
Más tarde ingresaron en Victoria Grande, por desacatar las órdenes de la Guardia Civil, antes de producirse los sucesos, José Sánchez Pérez, Fermín Moreno, Francisco Cuadrado, Rafael Gabarrón, Aurelio Quirós, Baldomero Segura y Eduardo Mérida.
Al tener conocimiento de lo ocurrido, abandonaron el trabajo los obreros del puerto, los pertenecientes al Sindicato de Construcción, los del Sindicato de la Madera, Campesinos y Oficios Varios y Transportes y los afiliados a ellos que trabajan en obras municipales.
Los panaderos en señal de duelo, decidieron suspender la elaboración de pan hasta las doce horas del día siguiente.
Los taxis y camionetas se retiraron unos, por solidaridad y otros en evitación de coacciones. La circulación por tracción mecánica, quedó completamente suspendida circulando solamente los automóviles militares y de los médicos.
En cambio los antiguos coches hipomóviles y carros trabajaron como de costumbre y los primeros, mucho más.

Medidas de precaución
El Delegado Gubernativo señor Hermida, adoptó medidas previsoras, de rigor, en evitación de que pudieran reproducirse sensibles incidentes.
Fuerzas de la Benemérita custodiaban los garajes de la O.A.M.S.A., el Matadero y otras dependencias.
El general jefe de la Circunscripción, General Leopoldo García Boloix, a requerimiento del señor Hermida, envió fuerzas del Ejército para la protección de las Centrales eléctricas, iglesias y Comunidades religiosas. También facilitó una camioneta para transportar la correspondencia desde la Administración de Correos al muelle.

Estado de los heridos
Los heridos Antonio Hernández Cazorla y Luis Carmona Segura, una vez curados en la Casa de Socorro y después de ser interrogados por el juez de Instrucción, señor Manzanares, al que acompañaban el secretario accidental señor García Vallejo, fueron trasladados al hospital de la Cruz Roja, donde se les asistió nuevamente.
El más grave de ellos, Antonio Fernández Cazorla, continuaba en muy alarmante estado.
Luis Carmona había experimentado alguna mejoría. Los demás heridos y contusos, después de curados pasaron a sus domicilios.
El infortunado joven Diego Viudez era natural de Melilla, y pertenecía a modesta familia de las más antiguas de la ciudad.
A la mañana siguiente se procedió a practicar la autopsia al cadáver y seguidamente fue inhumado.

S.E. recorre la ciudad
El general jefe de la Circunscripción señor García Boloix, acompañado de su ayudante, comandante señor Sanz, recorrió diversos lugares de la ciudad, en los que se hallaban grupos de obreros, con los cuales conversó afablemente, aconsejándoles orden y sensatez y lamentando los tristes sucesos desarrollados durante la semana.

La normalidad es absoluta
Al atardecer noche la normalidad era absoluta y hubo la animación de costumbre en la Avenida de la República y terrazas de los cafés.
Los obreros formaron animados grupos en diversos lugares, manifestándose en actitud tranquila. Se comentaba que la bala que hirió al obrero Luis Carmona, no era de Máuser. Se aseguraba también que solo hubo dos disparos e inmediatamente sonaron otros de arma corta.
Por la noche la policía y algunas parejas de la Benemérita registraron a cuantos sospechosos transitaban por los barrios exteriores.

Impresiones
Al día siguiente continuaba la huelga de los sindicatos, la parte céntrica de la ciudad, se vió menos animada que el viernes, a pesar de la mayor gravedad que en este día tuvieron los sucesos desarrollados en la calle del Doctor Rizal, ya que todo se redujo a una descarga al aire, que bastó para disolver la manifestación obrera.
Durante la jornada mercantil, abrió el comercio, escaseando los compradores, no obstante, ser sábado, por retraimiento del vecindario.
Aquella situación no podía prolongarse por los perjuicios morales y materiales que a todos irrogaba. La actitud de los huelguistas fue pacífica; pero no circularon ni camionetas, ni taxis, ni coches particulares, salvo los militares y de los médicos.
Era indispensable que Melilla adquiriera su fisonomía normal y volviese la tranquilidad y confianza a los espíritus; que se respetara la libertad de trabajo y cesasen las coacciones. Y, en fin, que mediante mutuas transacciones, quedasen resueltas las huelgas.
No era buen ejemplo al que se daba al país protegido (Protectorado de Marruecos), más atento de lo que generalmente se cree a los actos que realizamos, y a las informaciones de prensa, tanto local como metropolitana.
Varios síntomas demostraban el peligro a que nos exponíamos, sí, como el día anterior, no fijamos la mirada en la Patria a la que nos debíamos, y se olvidaban las circunstancias especialísimas en que Melilla se encontraba.
En la noche del viernes, un representante de los Sindicatos, estuvo en la Delegación Gubernativa, a fin de solicitar autorización para celebrar a las diez de la mañana del día siguiente, una manifestación que, siguiendo la Avenida de la República, se dirigiría al cementerio de la Purísima Concepción, para asistir a la inhumación del cadáver del infortunado obrero Diego Viudez Soler.
El señor Hermida no accedió a dicha petición, manifestando que ya la habían celebrado poco después de ocurrir los expresados sucesos, al ser conducido el cadáver al depósito de la Necrópolis, y, además, para evitar que con tal motivo se reprodujeran los incidentes.

Los grupos intentan manifestarse
A pesar de esta negativa, grupos bastante numerosos intentaron manifestarse el sábado por la mañana. Desde las primeras horas, comenzaron a verse grupos de obreros, en la Plaza del Comandante Benítez, principio de la calle de Castelar y Lerchundi, Plaza de España y en diversos lugares de la Avenida de la República.
Fuerzas de policía y de la Guardia Civil, que durante toda la noche anterior habían prestado servicio de vigilancia procedieron a dispersar los grupos, en cumplimiento de las órdenes que habían recibido, lográndolo en pocos momentos.
Más tarde, los grupos que insistían en llevar a cabo sus propósitos descendieron por la calle del General Marina, concentrándose en la Plaza de España, a fin de seguir por la Avenida de la República. Varios de los manifestantes, llevaban tres coronas. Como persistieran en seguir, la Guardia Civil hubo de invitarles repetidamente a que retrocedieran, a lo que se negaron algunos de los manifestantes.
Un cabo y varios números que se hallaban en la citada calle, procedieron entonces a dar el alto a los huelguistas, desatendiéndolas nuevamente éstos y en vista de ello, los referidos guardias, después de dar tres toques de atención hicieron una descarga al aire.
A partir de este momento, los manifestantes se dispersaron en diversas direcciones, y lo mismo hicieron los escasos transeúntes que se hallaban a dicha hora en el expresado lugar, originándose la alarma y confusión consiguientes.
A los pocos instantes, quedó expedita la calle, restableciéndose la normalidad, sin más consecuencias desagradables, por fortuna.
Uno de los manifestantes, llamado José Muñoz García, de oficio encuadernador, al alejarse de la calle de La República, sufrió una caída, produciéndose una contusión en el rostro.
Los comercios, entre ellos muchos, de la Avenida de la República, cerraron sus puertas a las diez de la mañana a fin de que la dependencia pudiera asistir al acto de dar sepultura al cadáver del obrero Viudez, accediendo a requerimientos que se hicieron por algunos obreros en dicho sentido.
A la una menos cuarto abrieron de nuevo y lo mismo hicieron por la tarde sin que afortunadamente se registrara incidente alguno.
En cumplimiento de órdenes del Delegado Gubernativo señor Hermida, el jefe de policía señor Rico, recorrió los comercios, manifestando que podrían funcionar como de ordinario, pues por las fuerzas de la Benemérita y de la policía se garantizaba el orden.
A mediodía, los camareros de los cafés de la Avenida de la República abandonaron el trabajo, en cumplimiento de indicaciones de la sociedad a que pertenecían. Los citados establecimientos permanecieron toda la tarde abiertos. Al oscurecer se vieron obligados a cerrar por haberse retirado los camareros.
Los panaderos que habían dejado de trabajar la noche anterior, habiendo manifestado que reanudarían el trabajo a las doce de la mañana del sábado, no acudieron en su totalidad a los obradores, por lo que hubieron de comenzar las faenas los patronos. Por la tarde entraron los obreros en la mayor parte de las panaderías.

Otras noticias
En el muelle también pararon los obreros de la carga y descarga, por solidaridad con el Sindicato de Tracción mecánica, por lo cual no se realizaron dichas faenas durante todo el día de ayer.
El vapor correo no pudo cargar, marchando por la tarde con pasaje y correspondencia solamente.
Durante todo el día se vieron grupos en el barrio de Batería Jota, donde habitaba la familia del obrero Viudez y asimismo en los alrededores del Cementerio, sin que hubiera que lamentar nuevos incidentes.
Fuerzas de la Guardia Civil, llevaron a cabo servicio de vigilancia por los citados lugares, como asimismo en los distintos puntos de la ciudad. Estos servicios eran inspeccionados día y noche por el teniente coronel señor Varea, capitán señor Arjona y teniente señor Martínez.
El viernes llegaron algunos guardias civiles de Villa Sanjurjo y al día siguiente se esperaban más. También comenzaron a prestar servicios en la plaza, los que se hallaban destacados en Zeluán.
En el hospital de la Cruz Roja, continuaban los obreros Antonio Fernández Cazorla y Luis Carmona Segura, que resultaron heridos en los sucesos del viernes.
Por el personal facultativo de dicho benéfico establecimiento se procedió a curarles nuevamente, apreciándose que habían experimentado alguna mejoría.
Durante todo el día fueron visitados por sus familiares, compañeros y amigos.
Continuaba interrumpida la circulación de taxis y camionetas. También se abstuvieron de salir los autobuses que hacían el servicio de viajeros entre la ciudad y Villa Sanjurjo y Uxda.
Según informaciones algunos detenidos quedaron a disposición de la autoridad militar, y el juez de Instrucción señor Manzanares, actuó estos días activamente, realizando las oportunas diligencias con motivo de los sucesos ocurridos el viernes.

La diligencia de autopsia
Por la mañana, a las doce, se procedió por los forenses señores Barrientos y Jiménez Alcoba, a practicar la autopsia al cadáver del infortunado Diego Viudez Soler.
Esta diligencia fue presenciada por el juez señor Manzanares y secretario accidental señor García Vallejo.
Parece ser que el proyectil penetró por la base del cráneo, con salida por la fosa nasal izquierda, produciendo enormes destrozos. El dictamen forense fue entregado al juez de Instrucción señor Manzanares.
Diego Viudez Soler, era hijo de Juan y Antonia, tenía 18 años de edad, natural de Melilla, soltero, y como ya hemos relatado anteriormente falleció en la vía pública, calle del Doctor Rizal, a consecuencia de heridas por arma de fuego el día 9 de octubre de 1931 a las 12 horas.
Fue sepultado al día siguiente en la Parcela Galerías de Nichos Nueva, fila tercera, número 5. La propiedad de la tumba la pagó su madre donde continua en la actualidad.




José Antonio Cano
(de la Asociación de Estudios Melillenses)



Artículo publicado en el diario "Melilla Hoy", el domingo 6 de diciembre de 2009.
Bibliografía consultada:
“El Telegrama del Rif”


Imágenes: - La Avenida hacía el año 1930.


- Anuncio de la cia. OAMSA, año 1927.

viernes, 4 de diciembre de 2009

EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE ZELUÁN


El campo de concentración de Zeluán
Como se describe en La Vanguardia y corroboran los testimonios las personas que vivieron los hechos, la represión franquista en Melilla protagonizó acciones atroces

Por Carlos Esquembri Hinojo - Enero de 2009


En La Vanguardia del 15 de septiembre de 1938 aparecieron las declaraciones de un melillense. Le llamaron Antonio Guzmán, ocultando su verdadero nombre por miedo a posibles represalias sobre su familia, que no había podido abandonar Melilla. Guzmán estuvo detenido en el campo de concentración franquista de Zeluán y pudo beneficiarse de un canje de prisioneros entre gubernamentales y rebeldes franquistas.
Ya dos años antes, La Vanguardia había hecho referencia al campo de concentración de Zeluán. El domingo 27 de diciembre de 1936 se publicaban las declaraciones de Evaristo Carballeira, mecánico de aviación, que tras pasar un tiempo encarcelado en Melilla (en el fuerte de Rostrogordo y Zeluán) fue encuadrado en el ejército franquista aunque pudo huir a zona republicana haciéndose, junto con otro compañero, con el control del hidroavión en el que iban como tripulantes.


La alcazaba de Zeluán

El campo de concentración de Zeluán se situaba en la alcazaba o recinto fortificado de dicha población marroquí, a unos treinta kilómetro de Melilla, que en esa época formaba parte del Protectorado Español sobre Marruecos. La alcazaba tenía forma de cuadrilátero, de unos 200 metros de largo cada lado, con torres defensivas dispuestas a lo largo del perímetro y edificaciones construidas en su interior.
Zeluán está en la comarca de Guelaya, que pertenece a la provincia de Nador, concretamente en la orilla sur de la gran albufera conocida como Mar Chica por los españoles y como Bu Erg por los marroquíes. Aunque algún autor considera que la alcazaba tenía su origen en un puesto comercial español construido en 1479 por un personaje conocido como Juan de Guzmán (
así lo menciona La Vanguardia del 17 de febrero de 1908), la construcción de la alcazaba como fortificación permanente data de finales del siglo XVII.
A principios del siglo XX, la alcazaba de Zeluán cobró cierta notoriedad ya que fue el cuartel general de un pretendiente al trono marroquí llamado El Roghi Bu Hamara. Fue con El Roghi con quien se firmaron los contratos de explotación de las "Minas del Rif". Tras la derrota del pretendiente en 1908, las cábilas de la zona volvieron a tomar el control del territorio originándose tensiones con los intereses españoles que desembocaron en la guerra de 1909.
La alcazaba de Zeluán fue ocupada por nuestras tropas a finales de septiembre de 1909, convirtiéndola en un acuartelamiento para las mismas.
Durante el Desastre de Annual, en el verano de 1921, la alcazaba volvió a ser ocupada por fuerzas rifeñas y guelayenses, que masacraron a la guarnición española después de que esta se hubiera rendido tras agotar las posibilidades de continuar la resistencia.
La alcazaba volvió a tomar protagonismo en el verano de 1936, ya que los franquistas la convirtieron en el primer campo de concentración que organizaron para detener a los melillenses que se opusieron al golpe de estado o que destacaron por su militancia política o sindical. Un episodio prácticamente olvidado por la historiografía oficial de Melilla, aunque recordado por los testimonios, orales en su mayor parte, de supervivientes y familiares de personas que sufrieron prisión en dicho campo de concentración.


El olvidado campo de concentración

Según estos testimonios, los alojamientos de los prisioneros se encontraban en unos barracones de madera construidos por los mismos reclusos en el patio de la alcazaba, a los que se añadieron tiendas de campaña ante el gran número de detenidos que fueron llegando. Se estima que dicho campo albergó en algunos momentos hasta 1000 prisioneros.


Mientras que los hombres eran encarcelados en Zeluán, las mujeres fueron recluidas en la prisión de la ciudad situada en el fuerte de Victoria Grande. De las vivencias y sufrimientos pasados por estas mujeres presas en Melilla quedó el testimonio escrito por Carlota O'Neill en su libro ‘Una mujer en la Guerra de España'. Carlota era esposa de Virgilio Leret, oficial de aviación que en la tarde del 17 de julio de 1936 dirigió la defensa de la base de Hidroaviones del Atalayón frente a las tropas sublevadas, en la que se ha considerado como la primera batalla de la Guerra Civil. Leret fue derrotado y fusilado por los franquistas y Carlota recluida a la prisión de Melilla hasta el año de 1940.

Volviendo a Zeluán, entre las personas allí encarceladas estaba el Delegado del Gobierno en Melilla, Jaime Gil de Terradillos, detenido por los franquistas tras ocupar la ciudad y que a finales de 1936 fue liberado y consiguió pasar a la parte de Marruecos ocupada por los franceses. Ya en territorio controlado por el Gobierno de la República, escribió un informe sobre la situación en Melilla en el que también hace referencia al campo de concentración de Zeluán.
Otros detenidos de cierta relevancia fueron:
- Ricardo Fius Mollet, teniente alcalde de Melilla por el partido federal y que ejercía como alcalde en el momento de la ocupación de la ciudad por los franquistas. (El sábado 10 de septiembre de 1938 se publicaron en La Vanguardia unas declaraciones de Antonio Guzmán en las que describe la ocupación de la ciudad por los franquistas)
- Felipe Aguilar, presidente de la agrupación local del partido de Unión Republicana

- Eugenio López, director del diario de Melilla ‘El Popular', de tendencia republicana

- El juez de instrucción Joaquín Polonio Calvente, que fue fusilado el 23 de julio de 1937

- Fermín Requena, maestro nacional, escritor y periodista, seguidor en Melilla de Blas Infante, padre del Andalucismo.
- Alfonso Sainz Gutiérrez, dirigente de Unión Republicana, asesinado el uno de agosto de 1936. Alfonso era padre de Hermógenes Sainz, escritor y guionista de televisión (suyo fue el guión de la serie sobre Ramón y Cajal) que en su obra de teatro "Historia de los Arraínz", basada en su propia experiencia familiar, describió en algunas escenas la represión franquista en Melilla. La obra fue publicada en 1994 por la Sociedad General de Autores como homenaje a Hermógenes Sainz que había muerto en 1990.


Los muertos de la carretera

Como se describe en La Vanguardia y corroboran los testimonios de melillenses que vivieron los hechos, muchas personas encerradas en el campo de concentración de Zeluán fueron asesinadas por miembros de Falange en la carretera que une dicha población con Melilla. Es el caso de José Gallego Urbano, un joven militante izquierdista de 23 años de edad y cuyo cadáver, arrojado a la cuneta, es reconocido por Guzmán cuando es conducido en coche de Melilla a Zeluán. También Paulino Díez, líder de la CNT melillense, en su autobiografía titulada "Memorias de un anarcosindicalista de acción" escribe sobre estos asesinatos.
Hermógenes Sainz en su obra de teatro antes mencionada sitúa en la carretera fatídica el asesinato de Armando Arráinz, alter ego de Alfonso, su padre.
Posteriormente se intentó dar un viso de "legalidad" a estas ejecuciones sometiendo a los detenidos a un simulacro de consejo de guerra antes de su ejecución. Una vez condenados a muerte, los detenidos se trasladaban al fuerte de Rostrogordo, en las afueras de Melilla pero dentro de territorio español, donde pasaban sus últimos días antes de ser llevados a un campo de tiro militar situado en las cercanías del fuerte donde eran fusilados. El investigador melillense Enrique Delgado, tras estudiar los libros de registro del Cementerio Municipal de Melilla, contabilizó 291 personas ejecutadas y enterradas en dicho cementerio en los años que duró la guerra.
En esta relación de víctimas, publicada en varias entregas en el dominical de un diario local a lo largo del año 1999, no se incluyen las muertes por malos tratos y enfermedades producidas en Zeluán y otras prisiones, dato desconocido hasta el momento pero que según testimonios de familiares de represaliados y personas que estuvieron recluidas en dicho campo de concentración debieron ser bastantes, debido a las terribles condiciones vida y malos tratos que sufrían los prisioneros.
Guzmán relata también uno de los episodios más terribles de la represión franquista en Melilla, como fueron las torturas y vejaciones sufridas por Diego Jaén Botella. Este episodio se recuerda en la tradición oral y también lo recogen Paulino Díez en su autobiografía y Saínz en su obra de teatro. Diego Jaén era un sacerdote de una barriada obrera de Melilla que en 1931 abandonó el sacerdocio para ingresar en el partido socialista donde llegó a formar parte de su ejecutiva y consiguió ser designado compromisario por Melilla en la elección del Presidente de la República, en mayo de 1936. Detenido por los franquistas, se dice que fue salvajemente torturado y exhibido en una jaula para monos que había en el parque Hernández, situado en el centro de la ciudad, antes de su fusilamiento el 7 de octubre de 1936.
Finalizada la guerra, el campo de concentración de Zeluán fue cerrado y algunos de sus reclusos liberados, mientras que el resto fueron enviados a otras prisiones -tanto del Norte de África como de la Península- a seguir cumpliendo las condenas que les impusieron los franquistas por defender la democracia y libertad de España.


Artículo publicado previamente por Carlos Esquembri en el blog de la hemeroteca del diario La Vanguardia de Barcelona : http://comunidad.lavanguardia.es/hemeroteca/index.xhtml