jueves, 25 de diciembre de 2008

18-07-1936: “A consecuencia de los bombardeos, Melilla arde por los cuatro costados”


Juan Díez Sánchez
( de la Asociación de Estudios Melillenses )


A lo largo de los años han sido numerosos los trabajos históricos que han intentado reflejar la historia de Melilla relacionada con la guerra civil. Y si en un principio éstos se centraban en ensalzar el protagonismo de la ciudad como adelantada del Movimiento. En los últimos tiempos las investigaciones casi en su totalidad se han dirigido a rescatar del olvido a las víctimas republicanas. Es por ello que consideramos de justicia aportar la presente aproximación a unos hechos también tan trágicos como casi ignorados: los bombardeos que sufrió nuestra ciudad entre los años 1936 y 1939, siendo las víctimas mortales en su inmensa mayoría gente humilde cuyo único delito fue residir en nuestra población en unos años convulsos.

“A consecuencia de los bombardeos, Melilla arde por los cuatro costados”: Esta fue la cabecera de la información facilitada por la radio gubernamental, acerca de los resultados de una de las primeras acciones de la República por asfixiar el levantamiento



Primeras actuaciones
Conocedor el gobierno de la nación de la sublevación militar iniciada en la ciudad el día 17 de julio de 1936, decidió castigar a la población por mar y aire. Ordenando a una escuadrilla de destructores el bloqueo y bombardeo marítimo de Melilla. Al igual que envió a la aviación con la finalidad de efectuar un bombardeo.
Giral, Ministro de Marina dispuso en tono enérgico, tal como recoge Rafael Fernández de Castro en su libro “Hacia las rutas de una nueva España” ( Melilla, 1940 ), “que los destructores rompiesen fuego contra la Plaza de Melilla hasta arruinar sus defensas y acuartelamientos, agotando todas las municiones de cañón…”, así como que “ otros buques seguirían a ellos para que no quedase en Melilla piedra sobre piedra…” Los destructores en el afán gubernamental por bloquear la ciudad, tenían instrucciones de impedir a todo trance la salida de buques con tropas hacía la Península, con incluso la posibilidad de echarlos a pique sin aviso previo.
Más, como la mayoría de los mandos de los destructores eran simpatizantes del “Movimiento Nacional”,en lugar de bombardear la ciudad, éstos decidieron entablar contacto con los rebeldes. Mientras que las tripulaciones se mantenían fieles al Gobierno. Todo ello provocó momentos de grave incertidumbre en el Puerto.
Uno de los jefes de las escuadra llegaría incluso a manifestar que en caso de que se vieran obligados a bombardear la ciudad, intentarían provocar el menor daño posible. Más poco después, casi todos los jefes y oficiales de la Armada serían asesinados o en el mejor de los casos apresados por unas tripulaciones que veían llegado el momento de una revolución pendiente de realizar desde hacía años: El fin de las clases sociales y la desigualdad.
A las nueve de la mañana del día 18 de julio fondearon en el Puerto los buques “Sánchez Barcaiztegui” y “Almirante Valdés”, despertándose una notable curiosidad e impaciencia por conocer cual sería la actitud que tomarían ante el Alzamiento. Mientras que el “Lepanto” permaneció expectante en la rada.
Tras las oportunas entrevistas del segundo comandante del “Sánchez Barcaiztegui” con los mandos de los sublevados, los navíos abandonaron el Puerto, para regresar a las tres de la tarde. Aunque atracando ahora sólo la parte de proa y costado de babor en el actual muelle de Ribera el “Sánchez B.” y a su costado de estribor el “A. Valdés”; produciéndose nuevas entrevistas.
Para procurar inclinar la voluntad de los marineros hacía el Alzamiento, hizo presencia en el muelle de Ribera una Bandera del Tercio. Más al verlos desfilar se creó una enorme confusión entre los tripulantes de los destructores, quienes soltaron las estachas de amarre e iniciaron rápida maniobra que llevó a que chocar el “A. Valdés” contra el extremo del morro del Dique Nordeste, cerca de donde tenía inicialmente sus dos grúas la empresa minera Setolazar.
Solicitada ayuda, el vapor correo “Monte Toro” bajo la dirección de los prácticos del Puerto lograría remolcar al destructor y liberarlo. Poniendo éste inmediatamente rumbo a Cartagena, mientras que el “Sánchez B.” se dirigía a Málaga y el “Lepanto” permanecía en la zona de Melilla para impedir el pase de tropas hacía la Península.
Mientras, la Primera Bandera de La Legión había alcanzado también la zona del Morro y con acompañamiento de tambores y clarines cantaban himnos en un último intento.
En aquellos momentos delicados, curiosamente nadie perdió los nervios, y por supuesto no sonó ningún disparo. Pero la consecuencia más importante sería que Melilla no sufrió el bombardeo encomendado a estos buques.
Con la aviación gubernamental no ocurriría lo mismo, pues dejó caer sus bombas el 18 de julio sobre Cabrerizas y la vecina población marroquí de Tahuima. De esta agresión el diario local “El Telegrama del Rif” informaría que un avión había dejado caer bombas, de las cuales una impactó en la Barrancada de Cabrerizas Altas y otra cerca de los cortados de Horcas Coloradas. No causando víctimas. Al mismo tiempo que se hacía eco de que “la Radio Militar había captado ondas en la que se decía que la aviación de Madrid y Sevilla había bombardeado Melilla, a consecuencia de lo cual esta ciudad ardía por los cuatro costados.
Informaciones como la anterior, y procedente de ambos bandos, serían habituales en esta lucha fraticida. Así un mes después, el 19 de agosto de 1936 y en las mismas páginas del “Telegrama” se comentó que desde Radio Madrid se decía que Melilla padecía una epidemia espantosa, siendo insoportable el hedor de los cadáveres, abandonados a consecuencia de los bombardeos.
El bombardeo del Jaime I”
Luego de las acciones que tuvieron lugar el 18 de julio, el segundo bombardeo, esta vez naval, si tendría graves consecuencias por participar en el mismo uno de los mayores buques de guerra de la armada española: “El Jaime I”. Que montaba ocho grandes cañones 305 mm. Que lanzaban proyectiles de 500 kilogramos de peso, y como metro y medio de longitud, impulsados mediante una carga independiente de 200 kilos de pólvora y estuvo acompañados por los cruceros “Libertad” y “Miguel de Cervantes”
El “Jaime I” que se encontraba en Vigo, partió para la zona de Melilla el 19 de julio, rebelándose su tripulación contra la oficialidad cuando navegaba frente a las costas de Portugal.
El domingo 26 de julio de 1936, festividad de San Joaquín y Santa Ana, sobre las doce de la mañana fue anunciada la vista de la escuadra republicana. La cual, durante hora y media estuvo bombardeando sin apenas riesgo a la ciudad, pues los cañones de Melilla no los alcanzaban y los aviones existente en Atalayón y Tahuima eran obsoletos. No obstante la acción de éstos obligó a la retirada de los buques hacía las dos de la tarde, según los nacionalistas. No sin antes provocar once muertos. Si bien no alcanzó ningún objetivo militar por carencia de personal técnico en la escuadra.
Este bombardeo naval ocasionó once víctimas mortales. Siendo seis de ellas las ocupantes de uno de los pabellones militares emplazados entre el acuartelamiento Santiago y la calle de García Cabrelles: un teniente, su esposa, hija, suegra, dos hermanas y sirvienta.
Varios de los proyectiles disparados por el “Jaime I” no explotaron luego de impactar, tal como ocurrió con los caídos en la calle Sagasta y que provocó la muerte de un churrero, en el arroyo de Sidi Guariach a su paso por las cercanías de la actual Barriada de la Constitución y proximidades del Instituto Viejo, en el Barrio del Polígono, donde mató a Petit Camprodon Pous que pasaba por allí después de visitar a su novia.
En total fueron disparadas unas 200 bombas, que además de en la zona del Polígono, hicieron blanco en el Barrio Hebreo, Parque Lobera, Barrio de la Alcazaba, Foso de Santiago, junto a la ensenada de los Galápagos. Y antiguos pabellones militares de madera, existentes donde hoy se levantan el grupo Reina Sofía.

La inquietud que produjo en la población fue enorme, llegándose incluso a barajar la posibilidad de que tras el bombardeo se produjese un desembarco de tropa republicana.
A consecuencia del bombardeo del “Jaime I”, muchas familias melillenses abandonaron la ciudad, estableciéndose temporalmente en el campo marroquí próximo. A igual que poco después numerosos niños fueron llevados a fincas del Protectorado.
Algunas personas ofrecerían donativos para mitigar la penuria de las familias damnificas. Como fue el caso de un guardia civil retirado que aportó un auxilio de 1.000 pesetas.

Otros bombardeos
Al bombardeo del día de Santa Ana siguieron otros, como fueron los efectuados en las siguientes fechas:
12 de enero de 1937.- A cargo de dos aviones. Cayeron cinco proyectiles entre el Puerto y la Alcazaba, impactando en el mar tres de ellos. Uno en el Puerto, otro junto al actual Museo Militar y un tercero bajo el Fuerte del Rosario. Una de las bombas caídas poco después de las tres de la tarde de aquel día nuboso, cayó sobre una modesta casa, pereciendo una mujer y cuatro trabajadores. Al mismo tiempo que ocasionó algunos heridos.
17 de enero de 1937.- Efectuado por la aviación republicana. En torno al Cargadero del Mineral fueron lanzadas ocho bombas.
26 de marzo de 1937.- Bombardeo naval. Uno de los proyectiles impactó al comienzo de la calle García Cabrelles, otro dentro del actual recinto del Acuartelamiento de Santiago, y un tercero junto a la Carretera de Farhana, entre el arroyo de Sidi Guariach y el actual Campus Universitario.
6 de abril de 1937.- Un avión del entonces denominado bando rojo dejó caer catorce bombas. Dos impactaron en la playa de la Hípica, frente al cuartel del Hipódromo, tres en el cruce conocido como Docker, próximo al Hospital Militar. Cuatro en el interior del recinto del Hospital Militar, y las cinco restantes lo hicieron entre la Carretera de Alfonso XIII y el perímetro fronterizo. Curiosamente en los cuarteles de Artillería e Ingenieros que se ubican entre el Hospital Militar y la Carretera de Alfonso XII no cayó ningún proyectil, a pesar de estar bajo el itinerario que siguió el avión que efectuó el bombardeo.
Una de las bombas explotó en el pabellón destinado a la dirección del Hospital Militar, siendo extraídas de entre los escombros varias personas, entre las que se encontraba el director del centro. Señalando al respecto “El Telegrama” parte del discurso pronunciado por el general Alvarez Arena en el funeral:” Y lo único que quedó intacto, sin romperse ni aún el cristal, es el retrato del Generalísimo Franco, que permanece sobre el muro…, y este es un nuevo milagro que revela que ese hombre es intangible y que Dios nos lo conserva para que España sea una grande…”
De los efectos este importante bombardeo conocemos la muerte de seis personas al menos. Una fue el sargento del Batallón de Cazadores núm. 3, Julián Díaz Portales, alcanzado por la metralla cuando se hallaba en las proximidades del Hospital Militar. Tres guardias cívicos encargados de la vigilancia encontraron la muerte, llamándose uno de ellos Félix Sánchez Ros. Así como un joven de unos 16 años de edad, Remigio Sequera que se encontraba sentado en el bordillo frente a la “Casa de los sacos” en el cruce del Docker. Milagrosamente sus dos amigos que lo acompañaban resultaron ilesos. En los troncos de algunas palmera de la zona aún son visibles los efectos de la metralla.
Las explosiones igualmente acabaron con la existencia de un cabo legionario mutilado. Y también resultó herido el comandante médico Enrique Sola.
La conocida entonces como la “Casa de los sacos” se ubicaba en el número 13 de la calle General Polavieja. Un almacén de sacos usados que quedó destruido. Quedando también gravemente afectado el edificio que en las proximidades del cruce Docker albergaba las instalaciones de “M. Schulte”, una empresa de manufactura papelera, dedicada a la fabricación de impresos y que daba trabajo a una treintena de obreros. A raíz de este bombardeo se trasladó a la Carretera de Hidum. Una industria entonces sin actividad, salvo en rara ocasiones, por la falta de materias primas.

Posiblemente, cuando tuvo lugar este bombardeo, se encontrase internado en el Hospital Militar el entonces alférez de complemento de Regulares y abogado, Francisco Mir Berlanga, años después Cronista Oficial de la Ciudad. Pues el diario “El Telegrama del Rif” en su edición del 19 de abril de ese año 1937, indica que restablece en ese centro hospitalario de una grave herida sufrida luchando en el frente de Majadahonda.

También podemos indicar que el 10 de abril de 1937 hubo un intento de bombardeo por parte de la aviación gubernamental.

De la importancia que tuvieron los bombardeos de Melilla, nos ilustra elocuentemente el hecho de que durante muchos años en el Museo del Ejército, en Madrid. Se exhibiese en una de sus vitrinas dedicadas a la guerra civil española, un trozo de cascote de metralla recogido en la ciudad luego de un ataque.
Y durante bastantes años transitó por las calles de la ciudad , Moisé Levy, conocido por todos como Tarzán por vivir en la vía pública dedicado a la mendicidad. Un personaje singular que había sido Cabo Cañón durante la guerra civil, un momento difícil que seguro lo marcó de por vida.

Para la redacción de este artículo divulgativo hemos tenido en cuenta los reportajes : “El bombardeo del Acorazado Jaime I y la tragedia de la Armada”, publicado por Francisco Mir Berlanga, qepd, en el dominical La Voz, del diario Melilla Hoy, de 17 de julio de 1994 y “ Melilla, 26 de julio de 1936: El bombardeo del Jaime” del distinguido miembro del Círculo Naval Español Santiago Domínguez Llosá, que salió a la luz también en el dominical La Voz, del diario Melilla Hoy, de 6 de agosto de 2000.
Al igual que se han consultado las páginas del diario local “El Telegrama del Rif”, planos facilitados por el presidente de la Asociación de Estudios Melillenses, Jesús Miguel Sáez Cazorla, y diversos testimonios orales.


Notas acerca de la Defensa Pasiva en Melilla: 1936 -1937

Por Juan Díez Sánchez
( de la Asociación de Estudios Melillenses )


Sorprende que a pesar del tiempo transcurrido y lo mucho que se ha escrito acerca de la incidencia de la Guerra Civil española en nuestra ciudad. Apenas hayan trascendidos aspectos relevantes de la vida cotidiana, de las vicisitudes que atravesó la población civil melillense en aquellos trágicos años. Por ello nos hemos acercado a las páginas del diario local “El Telegrama del Rif”, de donde hemos extraído información que creemos de interés para intentar alumbrar algunos aspectos relevantes, como fueron las medidas adoptadas para la defensa pasiva, construcción de refugios a utilizar en caso de bombardeos, la Guardia Cívica y el control que se ejerció sobre los automóviles.


Instrucciones
Luego de los primeros bombardeos sufridos por nuestra ciudad en los primeros días del inicio de la conflagración fraticida. Las autoridades locales, en este caso la Jefatura de Servicios de Defensa contra Aeronaves tomó algunas medidas con la finalidad de disminuir o anular los riesgos de los bombardeos para la población melillense. A través de circulares que fueron publicadas en la prensa local se alertó a los ciudadanos de las acciones a emprender en caso de bombardeo.
En la circular número 2, que vio la luz a comienzos del año 1937 se tituló “Lo que debe hacerse en caso de bombardeo aéreo”. Y en ella se decía entre otras cosas: “ Los peatones se refugiaran en los portales y los vecinos en los pisos bajos. Toda clase de circulación se paralizará. No se usarán los teléfonos. Los coches oficiales circularán despacio. Y todo el mundo se situará en sus puestos”, finalizando resaltando que “estas órdenes serán cumplidas rigurosamente y sin titubeos”.
La circular número tres, aparecida una semana después. Fue más extensa y en la misma se indicaba extremos tales como: “ La señal de alarma se dará con toques cortos de sirena y repique de campanas. Los peatones se refugiaran en el primer portal que encuentren…absteniéndose en absoluto de satisfacer la curiosidad malsana de ver lo que pasa. Los que no puedan guarecerse se colocarán en posición de cuerpo a tierra. Los comercios echarán sus cierres de escaparates… las puertas a medio cerrar para facilitar la entrada de transeúntes.
Las casas durante la alarma seguirán disfrutando de fluido eléctrico, mientras cesará el alumbrado de las calles. Y se colocarán en los cristales tiras de papel de barba o lienzo en forma de aspa, siguiendo las diagonales de los cristales. Tanto interior como exterior. No debiendo salir luz a la calle del interior de las viviendas”.
Mientras que Radio Melilla transmitiría al vecindario órdenes. Y además los establecimientos públicos al escuchar la alarma debían sintonizar la emisora local.
Avisándose también que cuando se escuchasen las emisiones de Radio Nacional y se oyeran tres veces consecutivas “¡atención!, ¡atención!, ¡atención!, había que guardar silencio, pues era la forma de avisar de una inmediata y muy importante noticia.
También en enero de 1937 se informó de la habilitación de algunos despachos de farmacia en puestos de socorro, para atender a los posibles lesionados. Unos eventuales dispensarios de urgencia atendidos por médico, practicante, camilleros y vehículos para el transporte de víctimas. Y provistos de teléfonos que únicamente debían utilizarse al cesar las alarmas
En la torre de la Iglesía del Sagrado Corazón de Jesús se instaló una sirena que fue probada el 21 de enero de 1937.

La Jefatura de Servicios de Defensa contra Aeronaves, también fue conocida como Comité Local de Defensa Pasiva contra Aeronaves.

En enero de 1937 Melilla nuevamente experimentó en sus calles las terribles consecuencias de ataques aéreos con su trágica secuela de pánico, muerte y destrucción.
Los refugios
Construcciones vitales para asegurar la protección física e incluso psicológica de la población civil en caso de bombardeo, los refugios en Melilla comenzaron a construirse en torno a la primavera del año 1937. Cuando se llevaba luchado casi un año y se preveía que la guerra iba a durar bastante más tiempo de lo esperado.
Recordemos también que en los primeros meses de 1937 nuestra ciudad sufrió al menos tres bombardeos aéreos y uno naval. Y como suele suceder con casi todo en la vida, creemos que una vez construidos los refugios antiaéreos, éstos ya no tuvieron ninguna utilidad, al haber cesado los ataques de aviones y buques republicanos.
A primeros del año 1937 cayó Málaga en poder de los nacionales, y posiblemente Melilla fue bombardeada en represalia.
Consideramos de gran interés la información facilitada el 26 de abril de 1937 por “El Telegrama del Rif” bajo el epígrafe de “Defensa Pasiva de Melilla. Construcción de refugios”. Donde firmada por el general Álvarez Arena, se decía que la organización de refugios en nuestra ciudad hasta entonces no se había podido acometer en atención a la desproporcionada extensión de su área urbana, escasez de edificios de construcción adecuada y emplazamiento de algunos barrio casi a nivel del mar.
Si bien, no obstante a pesar de los muchos inconvenientes, con la ayuda de los melillense en breve plazo de tiempo se dispondría de un número suficiente de refugios.
“Los trabajos preliminares están ya realizados; una competente comisión integrada por ingenieros y arquitectos militares y civiles han estudiado… los lugares más a propósito…
El carácter de utilidad pública que tienen estas obras, autoriza a las autoridades a que sean efectuadas por el procedimiento de PRESTACIÓN PERSONAL y obliga a todos los ciudadanos a contribuir a su realización…
Este será el procedimiento a seguir:
1.- Todos los varones de 18 a 60 años de edad, residentes en la ciudad, sin distinción de profesiones ni categorías que no estén imposibilitados físicamente para el trabajo, serán llamados para tomar parte en las obras que han de realizarse a partir del próximo día 3 de mayo.
2.- con el fin de causar las menores molestias y trastornos… se admite la redención en metálico… para cogerse hay que manifestarlo en la Sección de Estadística del Ayuntamiento… deberá abonar la cantidad mínima de 7.50 pesetas importe de un jornal, que se facilitará a un obrero que lo sustituya. . .
5.- Se invita a algunos propietarios de edificios que se presten, reúna condiciones ( sótanos o plantas bajas ), los construya por su cuenta, para lo que se les dará toda clase de facilidades…”.
Por su parte la dirección de “El Telegrama” intentando apaciguar los temores de los melillenses más susceptibles, decía que la iniciativa de construir refugios no debía crear una falsa alarma, pues era algo habitual en las naciones desarrolladas y además venía a paliar el paro obrero.
Podemos añadir que con la finalidad de dar ocupación a los muchos desempleados, el Ayuntamiento emprendió la tarea de explanar el Cerro de San Lorenzo.
Las relaciones de melillense que redimían en metálico la obligación de contribuir a la construcción de refugios, se solían publicar en la prensa de la ciudad.
Algunos amigos de mayor edad nos ha comentado que junto a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús se instalaron refugios, al igual que en algunas intersecciones del Barrio del Real. Y la compañía Española de Minas del Rif construyó uno, semienterrado por la proximidad del nivel freático, en las proximidades del actual Cuartel de la Policía Local.
Muchas viviendas habilitaron lugares a modo de refugio. Y aquellas casas emplazadas en laderas, como las de los Barrios del Carmen, Polígono, Ataque Seco y Monte María Cristina, horadaron en la montaña pequeñas galerías visibles cuando se realizan demoliciones.

Guardia Cívica
La imperiosa necesidad de mantener el mayor número de combatientes en primera línea, obligó a los bandos beligerantes a incorporar al personan civil en algunas misiones de seguridad. En primer lugar el bando nacional acudió a uno de su puntales en el Alzamiento: La Falange, y para ello dictó la Orden General número 112 de fecha 15 de septiembre de 1936. que expresaba: Todos los elementos de Falange se consideran militarizados y al servicio de la Autoridad Militar, prestando servicios en el Protectorado en sustitución de las fuerzas militares, para que éstas tengan libertad con la finalidad de formar columnas que mantengan en el territorio las necesarias condiciones de seguridad y vigilancia.
Estableciendo para ello la formación en cada ciudad de un núcleo de falangistas divididos en tres grupos o líneas, según las misiones que se le encomendaran.
Así, los miembros de la primera línea actuaría como reserva del Ejército, asumiendo servicios diarios de vigilancia y seguridad urbana.
Una segunda línea tomaría a su cargo la seguridad y vigilancia de los edificios públicos, así como el control de los accesos a las poblaciones.
Y finalmente, una tercera línea, ejercería las funciones de Guardia Cívica, es decir tareas auxiliares
Poco tiempo después y luego de que se creara una unidad de combate específica, la Bandera de Marruecos con elementos en su mayoría procedentes de Falange. La falta de personal civil dispuesto a colaborar con el Ejército impulsó a la Autoridad Militar a crear una unidad apolítica, la Guardia Cívica Nacional, desvinculada totalmente de Falange y por lo tanto mejor vista por el pueblo llano. El 29 de octubre se publicó la Orden General que establecía su creación en Melilla, y a primeros del mes de noviembre de 1936 ya aparece en la prensa local información alentando a que los vecinos mayores de 19 años se inscribieran en ella. Es más, en aquellos tiempos una actitud tibia, poco colaboradora con el Movimiento se podía considerar contraria al mismo. Por ello fueron numerosos los hombres que vieron en ella una manera bastante digna de salir de la compleja situación del momento.
En tal sentido son muy elocuentes las palabras de advertencia aparecidas en El Telegrama del 3 de enero de 1937: “ Sabed que el Mando al hacer la calificación ciudadana de cada uno, distinguirá solamente como enfrente de nosotros, a quienes en esta hora no estuvieron con nosotros”.
El Cuartel de la Guardia Cívica se instaló en el antiguo Huerto de las Cañas, después denominado Cuartel de Generalísimo. Y hoy, luego de su demolición en 1991, alberga este solar al Cuartel de la Guardia Civil.
El 14 de noviembre de 1936 El Telegrama informó en sus páginas de que la Guardia Cívica ya había admitido a cien afiliados, a los cuales se habían entregado carnets y brazaletes.
“Todo por España y por el Ejército”.
Comunicándose que más adelante, después de recibir instrucción y aprender el manejo del fusil. Se les entregaría armas para realizar los servicios. También se informó que para facilitar la información a los afiliados, se establecería una oficina en un lugar más céntrico.
El Sr. Anel era coronel inspector de esta unidad con estructura de compañía con diferentes secciones de acuerdo con los cometidos a desarrollar.
Finalizando el mes de noviembre los integrantes ya eran doscientos, y se procedía a izar la bandera en el cuartel. Y pocos día más tarde se adelantaba que se dotaría de uniforme a sus componentes.
A mediados del mes de enero de 1937 la Guardia Cívica Nacional en Melilla fue militarizada y estructurada en tres líneas. Vemos pues como el Mando Militar parece asignarle el papel que en los inicios de la guerra se encomendó a la Falange.
En la prensa local se solía publicar los servicios que al día siguiente tendrían que realizar los integrantes de la Guardia Cívica. Servicios tales como los turnos de guardia o retén en el Hospital Militar, gasolineras, Central eléctrica de Gaselec y depósitos de la Shell.
A consecuencia de un bombardeo aéreo efectuado sobre la ciudad el 6 de abril de 1937, con especial incidencia en el Hospital Militar, tres guardias cívicos melillenses resultaron muertos.
En mayo de 1937 los sargentos de la Guardia Cívica ofrecieron un ágape al coronel Anel, inspector de la Milicia. Sin duda como muestra de agradecimiento por la inauguración de una sala decorada por el prestigioso profesor de la Escuela Municipal de Dibujo y caricaturista Diego Mullor, y destinada al uso de los suboficiales.
En el año 1937 también se instauró el servicio obligatorio de las mujeres en el Auxilio Social, se perteneciera o no Falange.
En los inicios del año 1938 el Cuartel del Generalísimo ya se había transformado en dependencia al servicio de la Milicia de Falange, que luego de unas grandes reformas fue inaugurada solemnemente el día 2 de mayo de ese año.

Automóviles
Donde también se plasmó de manera clara los esfuerzos bélicos en la retaguardia, fue en el ámbito del automóvil. Pronto, a primero de agosto de 1936, la Sección Cuarta de la Comandancia General de Melilla dispuso que todos los propietarios de automóviles, de viajeros, carga y particulares, debían en menos de veinte hora de comunicar los vehículos que se encontraran en la ciudad o camino de ella. Obligándosele también a los propietarios a indicar la matrícula de los mismos, marca, carga, número de asientos y nombre de la persona que lo conduce, así como el domicilio de ésta.
Si se encontraba el automóvil averiado, igualmente había obligación de informarlo. Mientras que la ocultación de información sería castigada severamente.
Las motocicletas igualmente debieron de inscribirse en un registro y sufrieron limitaciones a la hora de circular.
Pocos días después, la Jefatura de Asuntos civiles de la Comandancia General de nuestra ciudad prohibió terminantemente que los vehículos automóviles y motocicletas circularan a velocidad superior a los 20 kilómetros por hora. El uso de bocinas, cláxones estrepitosos y las salidas precipitada de los vehículos que pudieran provocar alarmas infundadas en la gente asustadiza. Como aconteció en 10 de agosto de 1936 cuando las baterías de artillería que vigilaban la costa dispararon contra un submarino republicano. El estampido de los cañones produjo gran nerviosismo con el consiguiente cierre de establecimientos, toque de bocinas y el abandono de sus paradas por parte de los taxis.
Además, por las noches los vehículos automóviles debían de circular con los “faroles” apagados y la luz interior encendida. Debiendo permanecer sus conductores siempre atentos a las indicaciones del personal de vigilancia o centinela. Con la finalidad de evitar posibles desgracias.
En septiembre la Falange requisó los autos de la Cooperativa Obrera Taxista de Melilla.
Por Orden de 23 de diciembre de 1936 el Gobierno nacionalista dispuso que mientras los vehículos estuvieran requisados por el Ejército, sus propietarios no tuvieran la obligación de pagar los plazos a que se comprometió en su compra.
Y dos meses más tarde, la Jefatura de Asuntos Civiles en un nuevo comunicado, informaba de la necesidad de proveerse de salvoconductos para poder circular los automóviles por el Protectorado. Y mientras el plazo de los salvoconductos para los autobuses era de un mes, para los particulares tenían únicamente la validez de un día. Por su parte, las expediciones militares portaban un salvoconducto colectivo.
También en diciembre de 1936, y mediante un bando se impuso la obligación de presentar relación jurada de cámaras y cubiertas de los autos. Una severa medida que se mantuvo hasta bastantes años después de terminada la Guerra Civil española.
Unas relaciones juradas que hoy puede sorprendernos. Más no en aquellos tiempos en que incluso los aparatos receptores y emisores de radio y los sacos vacíos estaban controlados por la Autoridad.
Además en octubre de 1937 el Estado Mayor de la Circunscripción Oriental, en atención a la proximidad del invierno y la necesidad de que los soldados dispusieran de abrigo, dispuso que los vecinos de Melilla y poblaciones del vecino Protectorado que dispusieran de mantas reglamentarias de tropas o de hospital. Cuya adquisición no podía probarse por no haber estado nunca a la venta. Debían de entregarlas en el Parque o Depósito de Intendencia más próximo. Sin importar su estado de conservación y bajo la amenaza de que sería considerada falta merecedora de severa sanción el poseerla. Lo que se averiguaría mediante los oportunos registros.
Y finalmente, ya para concluir podemos resaltar como en el mes de abril de 1937 y luego de sufrir la ciudad varios bombardeos en un corto periodo de tiempo, el Ayuntamiento dispuso que la mejor camioneta de su parque móvil fuese destinada al uso de ambulancia.